Originally published in RED/ACCIÓN
Lucia Wei He
February 19, 2020
Desde 2007, los Cascos Azules buscaron consolidar la paz en un país inestable y devastado por un terremoto. Trece años después, crece una denuncia colectiva de abusos y abandono: mujeres haitianas demandan a militares argentinos por la paternidad de niños y niñas. En Puerto Príncipe, RED/ACCIÓN habló con una de ellas.
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Historias que se repiten
El legado de los Cascos Azules en Haití tiene luces y sombras. Mientras que estas fuerzas tuvieron un rol crucial en la estabilización del país y en reforzar las instituciones de seguridad locales (un objetivo en el que se destacó el valioso trabajo de los cascos azules argentinos en la isla), también fueron ellas las responsables de traer el cólera a Haití y al menos 134 militares están implicados en casos de abuso sexual.
Si bien la historia de Rosaline y Ricardo es distinta, no es única, y un reciente estudio sacó a la luz la escala de esta problemática. El estudio se basó en 2.500 entrevistas llevadas a cabo en distintas comunidades de Haití, y reveló que por lo menos 265 de las personas entrevistadas mencionaron conocer a mujeres y niñas haitianas que tuvieron hijos con hombres que trabajaban para las Naciones Unidas.
Las entrevistas, lideradas por una profesora inglesa y una científica canadiense, también revelan que niñas de hasta 11 años fueron abusadas sexualmente y embarazadas por Cascos Azules, para luego ser “dejadas en la miseria”, criando a sus hijos solas. Esos bebés son conocidos como “pequeños minustahs”.
Las nacionalidades más mencionadas en estas historias son de Uruguay y Brasil (75 y 58 casos, respectivamente). Argentina se encuentra en el cuarto puesto de nacionalidades identificadas, con casi 20 entrevistados mencionando casos de embarazos relacionados con oficiales o suboficiales argentinos.
En algunos casos, como el de Rosaline, el embarazo fue fruto de relaciones consensuadas, algunas más casuales, y otras más serias. Otros casos involucraron abuso sexual explícito. Pero según el estudio, la gran mayoría de los embarazos surgió de un problema menos conocido: relaciones sexuales “transaccionales”. En estos casos, mujeres y niñas recibían comida o dinero a cambio de tener sexo con miembros de la MINUSTAH.
Luego de que los padres hayan sido repatriados a sus respectivos países de origen, estas madres asumieron la responsabilidad de criar a sus hijos solas, en contextos de extrema pobreza y la gran mayoría sin recibir ningún tipo de asistencia por parte del gobierno haitiano, la ONU, ONGs, o las fuerzas armadas de los países a cargo de los respectivos Cascos Azules. Como si fuera poco, muchas de las jóvenes madres, como Rosaline, también fueron obligadas a irse de sus propias casas.
“Mi familia se tomó muy mal la noticia del embarazo. Ya ni me quieren ver, dicen que los humillé mucho. Ahora ya no vivo con mi familia”, cuenta Rosaline, quien desde que tuvo a su hijo no tiene un hogar estable y vive en casas de vecinos que la reciben por dos o tres días. A falta de trabajo, lo poco que consigue Rosaline para comer lo que consigue es a través de amigos. “Hay muchos días que no como. Si tengo comida, cocino para que coman mis hijos”.
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